Comentario realizado por Lourdes A.
Aunque la principal causa para la convocatoria del Concilio de Trento fue la revolución protestante que había socavado los cimientos de la fe cristiana, este Concilio fue una revisión general de toda la doctrina de la Iglesia, tanto de la Biblia como de los Sacramentos. Así que su obra doctrinal conciliar fue necesaria tanto para contra los errores protestantes como por la falta de disciplina y formación de los ministros de la Iglesia. Se renovó y fortificó la disciplina eclesiástica además de estrechar los lazos entre el Papado y los miembros de la Iglesia.
Ya antes del Concilio, el Papa Paulo III, y después su proclamación como Papa, estaba trabajando en este sentido y nunca se cansó de instar a sus obispos a que permanecieran en sus Diócesis y no abandonaran sus labores pastorales. Para estos menesteres había nombrado a Cardenales reformistas, es decir a sacerdotes y obispos de vida piadosa y austera que testimoniaran el espíritu cristiano, tales como San Carlos de Borromeo, que fueran la antítesis de los obispos y cardenales mundanos.
Debido al analfabetismo generalizado de una sociedad que se viene ruralizando desde que el modelo Imperial Romano deja de existir, no es de extrañar que muchos clérigos y obispos, acorde con su mejor preparación intelectual hubieran sido llamados como asesores por los reyes a formara parte de la Curia Regis durante toda la Alta y Baja Edad Media. Es así como llegan a ocupar ciertos cargos en el gobierno y administración de los Estados. Esto les llevó a muchos prelados a una relajación de las costumbres ampliamente criticada tanto por Lutero como por otros sectores de la sociedad. Al llegar al Renacimiento vemos como muchos Obispos y Cardenales ocupados en el mundo de la política, llevaban una vida más acorde con el mundo de los príncipes seculares que con la vocación a la que habían sido llamados. Era desde luego evidente que se necesitaba un Concilio que despejara tantas dudas y enderezara la relajación de algunos sectores.
La necesidad de un Concilio que fijara la ortodoxia de la iglesia así como su disciplina, en España era un clamor. Ya el franciscano Cardenal Cisneros había llamado al orden a los clérigos, y se había comprometido con una cierta reforma. Hacen su aparición figuras como San Pedro Alcántara, Santa Teresa de Avila y San Juan de la Cruz - que habían reformado el Carmelo -. San Juan de Ávila, el maestro de sacerdotes había creado centros de estudios para la formación de los sacerdotes, tanto ya ordenados como para los aspirantes al sacerdocio.
San Juan de la Cruz
Papa Pablo III
Papa Pablo IV
Es un Concilio Dogmático que se reafirma contra los errores luteranos que habían puesto en tela de juicio toda la doctrina católica. Es también un Concilio sacramental, los sacramentos habían sido duramente atacados por los luteranos. Se deja bien claro la renovación del sacrificio de Jesucristo en la Santa Misa donde hay presencia real del Cristo total bajo las dos especies.
En el Concilio de Trento además se reafirma la primacía del Papado puesta en tela de juicio por Lucero, aunque no será hasta el Vaticano I en 1870 donde se afirmará la Infalibilidad del Papa; se reafirma también la Universalidad de la Iglesia a la que se define como, Santa, Católica, Apostólica y Romana, frente a los protestantes, que abogaban por las iglesias nacionales.
Frente a la actitud negativa de Lutero sobre la incapacidad humana de obrar el bien, el Concilio se reafirma en la bondad del hombre, que, a pesar de que el pecado original corrompe su naturaleza, conserva su libre albedrío y siempre puede merecer o desmerecer en contraposición a las tesis fatalistas luteranas. Así deja claro que el hombre es capaz de hacer obras meritorias por la Gracia y la Misericordia Divina que procede siempre de la inmolación de Cristo, que con su sangre compró nuestra Redención y nos abrió las puertas del Paraíso. Así la Justificación no nos viene por nuestra fe (fideísmo) si no por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo.
Afirma también que las Sagradas Escritas no están a merced de la libre interpretación de los hombres si no que se gobiernan por la explicación dada por los Santos Padres de la Iglesia, que nos precedieron en la fe.
También se permite y recomienda el culto a las imágenes como catequesis y adoración a lo que representan
Se hace mucho hincapié en el Concilio en la disciplina del clero tanto secular como regular así como de las Órdenes e Institutos Religiosos, ya que su comportamiento a veces dejaba mucho que desear
Para llevar a cabo esta reforma se recomienda a los obispos que pongan especial celo a la hora de admisión al sacerdocio y no se permita el ingreso a los que únicamente busquen una forma de vida. Para esto se fundan seminarios, y se recomienda encarecidamente a los Obispos que permanezcan en sus diócesis y no se ausenten por causas banales. Además se les insta a que hagan visitas regulares a las parroquias que estén bajo su jurisdicción. A los sacerdotes se les anima a que permanezcan también como buenos pastores en sus parroquias. También se considera recomendable que los Obispos cada cierto tiempo viajen a Roma para despachar con el Sumo Pontífice.
San Pío V
El encargado de llevar a cabo todas estas reformas fue el Papa San Pío V que, junto con San Carlos Borromeo, implantó los decretos en las Órdenes Religiosas. También San Pío V fue el autor de un Catecismo. Así mismo pone orden en la Liturgia.
Así mismo Pio V fue el artífice del freno del Islam amparando la famosa Batalla de Lepanto. El Concilio de Trento lo siguen Italia, Portugal, España, Francia (el sector que no estaba bajo la influencia hugonota), el sur de Alemania y desde luego América.
A partir de aquí prolifera la fundación de Seminarios como la Universidad Gregoriana fundada por Gregorio VIII y encargada a los jesuitas. Se expandirá la creación de colegios religiosos de enseñanza. Serán famosos eran los de los Jesuitas y los de los Agustinos.
Colegio de San Ildefonso
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