MUELLE DE ARRILUCE.GETXO.VIZCAYA. ACUARELA DE PALOMA ROJAS

jueves, 7 de marzo de 2013


FELIPE II, REY DE ESPAÑA, 1527-1598

Según los apuntes proporcionados por el  ponente Luis Crovetto

Felipe II

Rey de España, llamado el Prudente, nacido el 21 de mayo de 1527 en Valladolid y muerto el 13 de septiembre de 1598 en el Escorial. Fue hijo primogénito del Emperador Carlos V  de la Emperatriz Isabel de Portugal.

LA INFANCIA DEL PRÍNCIPE FELIPE


El 11 de marzo de 1526, en el Alcázar de Sevilla, Carlos V contrajo matrimonio con su prima Isabel de Portugal. La joven pareja pasó su luna de miel en la Alhambra granadina, donde fue concebido el futuro Felipe II.
Carlos V
                                                                                                    Isabel de Portugal

El 21 de mayo de 1527, con la Corte trasladada a  Valladolid, la reina se puso de parto. El alumbramiento fue difícil y largo, duró trece horas. Según cuentan las crónicas de la época, la comadrona que asistía a la reina Isabel la instó a que gritara, a lo que la reina contestó, en su portugués natal: Nao me faleis tal, minha comare, que eu morirei, mas no gritarei.
Leonor de Austria
Seis semanas después del parto, el príncipe fue bautizado  por el arzobispo de Toledo en el convento de San Pablo de  Valladolid. Como padrinos ejercieron el condestable de Castilla, el duque de Béjar y la hermana mayor del Emperador, Leonor. La situación política internacional provocó que la alegría de Carlos V fuera efímera, ya que la guerra con Francia se recrudeció en estas fechas. El 6 de mayo de 1527 las tropas imperiales habían castigado la alianza del papa Clemente VII con el rey francés en el famoso Saco de Roma. Las noticias de este suceso llegaron a Valladolid en el mes de junio, lo que provocó el fin de los festejos. La difícil situación política absorbió la atención del Emperador, que en los años siguientes apenas pudo encargarse de la educación de su primogénito. 
Clemente VII
El 10 de mayo de 1528, los procuradores de las Cortes se reunieron en el convento madrileño de San Jerónimo donde reconocieron al niño como regente del reino. El 27 de julio de 1529 el Emperador embarcó en Barcelona, para no regresar hasta 1533.
Infanta María
La infancia del príncipe transcurrió entre las ausencias de su padre y los desvelos de la Corte, encabezada por su madre. Tuvo una infancia solitaria, como casi todos los príncipes de la época, alejado del contacto con otros niños de su edad. Ello, unido a la temprana muerte de su madre, marcó su carácter. Felipe creció muy unido a sus hermanas: María y Juana y a su madre. En los primeros años de su vida tuvieron gran protagonismo los personajes portugueses de la Corte de Isabel, especialmente la dama Leonor Mascarenhas. 
Infanta Juana
Fue la Emperatriz Isabel  la que inculcó a su hijo el sentido del deber y la profunda religiosidad de la que hizo gala a lo largo de toda su vida. Le Emperatriz procuró en todo momento estar junto a sus hijos, pero Carlos V consideraba necesario que el que estaba llamado a ser su sucesor recibiera una cuidada educación y  no pasara su infancia rodeado de mujeres. Por  ello nombró a Pedro González de Mendoza mayordomo mayor y ayo del príncipe. La labor de González de Mendoza consistió en instruir al príncipe en el protocolo de la Corte, ofrecerle una sólida formación religiosa e inculcarle los valores que Carlos V consideraba imprescindibles en su sucesor. El ayo del príncipe tenía la misión de informar asiduamente al Emperador de los progresos y del aprendizaje de su heredero. A este efecto, González de Mendoza mantuvo una amplia correspondencia con el Emperador, que supone un importante testimonio no sólo de la educación recibida por el príncipe sino también de la vida en la Corte.
Pedro González de Mendoza
En 1533 Carlos V regresó a España y tomó las riendas de la Educación del príncipe. Al año siguiente nombró como preceptor al erudito Martínez de Silíceo. La preceptura de Martínez de Silíceo tuvo graves deficiencias, hasta el punto de que el príncipe Felipe aun no sabía leer ni escribir a los siete años de edad. En 1535, el Emperador decidió que había llegado la hora de que su heredero tuviera casa propia y saliera de la tutela de su madre y las damas de la Corte. Pedro González de Mendoza fue sustituido por Juan de Zúñiga, que enseño al príncipe equitación, esgrima y maneras cortesanas. El nuevo ayo era mucho más austero y severo que el anterior. Ese mismo año Carlos V volvió a abandonar España; los años siguientes estarían marcados por un continuo ir y venir del Emperador. En estos años se redactaron una serie de manuales especiales destinados al aprendizaje del príncipe. También, se tradujo al castellano la obra de Erasmo de Rotterdam “Institución del príncipe cristiano” para que sirviera de guía a sus educadores. Entre 1535 y 1540 Martínez Silíceo mantuvo una nutrida correspondencia con el Emperador informándole de los avances en la educación de su hijo. 
Martínez de Silicío
La salud del joven príncipe no era especialmente mala, aunque a lo largo de su infancia padeció enfermedades provocadas por sus hábitos alimenticios. En 1535, al parecer por culpa de un envenenamiento por salmonela, estuvo a punto de morir. A partir de entonces se extremaron las preocupaciones en la Corte y Felipe desarrolló una eterna preocupación por su estado de salud y su higiene personal. En contraposición a su más o menos débil salud, el príncipe era agraciado físicamente y, según un reciente estudio del historiador Henry Kamen (Felipe de España. Madrid, Siglo XXI, 1997), se convirtió en un gran seductor al que apasionaban las aventuras amorosas. Era un gran bailarín y disfrutaba de las fiestas y la música.

En el verano de 1538 Carlos V regresó a España en busca de fondos y hombres para las guerras europeas. En octubre se convocaron Cortes en Toledo. Estas supusieron una gran decepción para el Emperador, ya que se negaron a proporcionar más dinero. Durante la primavera de 1539, la Emperatriz, de nuevo embarazada, enfermó en Toledo. A finales de abril de ese año sufrió un aborto y su estado de salud empeoró. El 1 de mayo de 1539 la Emperatriz Isabel falleció. Esta muerte afectó mucho al príncipe Felipe, hasta el punto de que en esa fecha se puede decir que acabó su infancia y se inició su larga preparación como heredero del Emperador. Ese mismo año Carlos V salió de España para acabar con una revuelta en Gante. Debido a la edad del príncipe, se formó un consejo de regencia formado por el Cardenal Tavera, el duque de Alba y Francisco de los Cobos.
Duque de Alba
Cardenal Tavera
Francisco de Los Cobos
El año de 1540  fue  especialmente difícil tanto para Carlos V como para el Imperio. La Reforma Protestante se extendía por Alemania, el rey de Francia fomentaba las aspiraciones de los protestantes y reclamaba el estratégico ducado de Milán. Castilla sufría los efectos de las malas cosechas y las excesivas guerras. A Todo ello se sumaba la amenaza otomana, cada vez más poderosa gracias a la dirección de Solimán
Solimán el Magnífico

LA MAYORÍA DE EDAD: SU FORMACIÓN COMO GOBERNANTE.

La muerte de la Emperatriz y la deficiente educación del príncipe, llevaron a Carlos V a tomar medidas para convertir a Felipe en un buen heredero. En 1541 Silíceo fue destituido. Carlos V nombró a nuevos profesores: Cristóbal  Calvete de Estrella, Honorato de Juan y Juan Ginés de Sepúlveda. Por expresa recomendación de Martínez de Silíceo no se buscó ningún profesor de lenguas modernas, por lo que el príncipe nunca fue capaz de hablar las lenguas de sus dominios ni de los reinos vecinos, aunque llegó a entenderlas.  El joven Felipe no fue un buen alumno. Pese  a los esfuerzos de sus profesores y a la insistencia de su padre, nunca llegó a dominar el latín, su caligrafía no era buena, sus conocimientos del griego muy elementales y su estilo literario, en el mejor de los casos, mediocre. Mostró mayor interés por la danza, la música y la caza. A partir de 1540  tuvo un profesor de música, Luis Narváez. A partir de 1541, el príncipe dispuso de un secretario personal, González Pérez. Este mismo año Felipe fue declarado mayor de edad y puso fin al luto que había guardado por su madre.
Juan Gines de Sepulveda
Luis Narvaez
Los profesores del príncipe Felipe recibieron considerables recursos económicos para formar una biblioteca para el heredero. En la década de 1540, Felipe inició una de las mayores aficiones de su vida, el coleccionismo de libros. El príncipe llegó a formar una de las mayores bibliotecas de su tiempo, atesorada en su obra magna, el Monasterio de El Escorial
Monasterio de El Escorial
Entre sus aficiones se encontraban también  los torneos y las justas; tanto era así que el Amadís de Gaula fue siempre uno de sus libros predilectos. Desde pequeño, el príncipe organizaba torneos y justas con sus compañeros de estudios, entre los que se encontraba el hijo de Juan de Zúñiga, Luis de Requesens. El príncipe Felipe mantuvo un gran interés por las artes en general, lo que le llevó a ser uno de los mayores mecenas de su tiempo, pero mostró especial predilección por la arquitectura.

Por orden de  Carlos V se redactó un libro que describía como fue educado el príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos. Una vez redactado el libro, se ordenó a Zúñiga que lo usara como modelo para educar al príncipe Felipe. Gracias a estos esfuerzos, la educación del príncipe mejoró considerablemente. Se puso especial énfasis en enseñar al joven príncipe a ser disciplinado, autocontrolarse y no mostrar sus emociones público. 

En 1542 el `príncipe Felipe realizó su primer viaje de Estado. Carlos V, tras su desastrosa expedición a Argel se refugió en Bugía (Argelia), de donde pasó a Cartagena a finales de 1541; desde allí hizo llamar a su hijo y ambos se encontraron en Ocaña en mayo de 1542. Una vez allí emprendieron viaje a Valladolid y el 2 de mayo la comitiva viajó hasta Burgos. El 2 de junio se dirigieron a Navarra y el día 22 llegaron a Monzón, en Aragón. El  objetivo del viaje era que el príncipe jurase los fueros de la Corona de Aragón. Por ello, se convocaron las cortes en Monzón. Felipe enfermó de fiebres y estuvo convaleciente hasta el mes de agosto. Entre finales de septiembre y principios de octubre las distintas cortes juraron al príncipe. En esos meses los franceses amenazaron la frontera. El 12 de octubre el príncipe marchó hacia Zaragoza y Carlos V a Barcelona. Ambos volvieron a reunirse a principios de noviembre en Barcelona, donde el príncipe disfrutó de la vida nocturna de la ciudad y de las fiestas que se hicieron en su honor. En noviembre la comitiva marchó a Valencia y a finales de año el príncipe regreso a Castilla

Tras este viaje, el Emperador inició la que sería su ausencia más larga. Estuvo  catorce años fuera, y dejó a su hijo al frente del gobierno. Para ayudar al joven príncipe, Carlos V confeccionó un consejo de regencia integrado por políticos de su confianza: Francisco de Cobos, el Duque de Alba, el cardenal Tavera y Fernando de Valdés. El Emperador recomendó a su hijo, en dos cartas, conocidas como instrucción, la mejor manera para tratar con sus consejeros e imponer su autoridad. Los consejos que le dio su padre, acompañaron a Felipe a lo largo de toda su vida: no fiarse nunca de nadie, no demostrar sus emociones, aparecer en público a horas determinadas, ser devoto, temeroso de Dios y justo. En la segunda de las cartas, Carlos V hizo una serie de recomendaciones a su hijo sobre su vida privada que Felipe no atendió. 
Fernando de Valdés
A medida que el príncipe se iba haciendo con las riendas del gobierno y aprendía el funcionamiento de los diferentes consejos de la Monarquía Hispánica, cada vez fueron mayores los roces entre padre e hijo. El Emperador solicitaba continuamente fondos para sufragar sus campañas y Felipe se quejaba del perjuicio que estas peticiones hacían al bienestar de los reinos. En 1544 el Emperador firmó con el rey de Francia la Paz de Crêpy, para alivio de la Corte y de su hijo. A pesar de estas diferencias, Carlos V nunca desautorizó a su hijo en público, es más, estaba orgulloso de la independencia del príncipe y de su buena voluntad para el gobierno. Felipe se entregó a sus nuevas responsabilidades, mostrando un gran interés por todo lo que sucedía en sus dominios. Zúñiga en una carta al Emperador fechada el 8 de junio de 1543 decía a este respecto: “Su Alteza recibió las Instrucciones, con los poderes que V. Mgd. le invia para la overnación destos reynos y de Aragon. Y después de leydo todo, invió las instrucciones particulares a los tribunales y consejos, y a començado a entender con mucho quydado en lo que se le manda, y hasta aquí con buena voluntad. Y todo se comunica con el duque de Alba y el Comendado Mayor del León”. A finales de 1543 la autoridad del Príncipe era incontestable, manejaba todos los asuntos importantes del gobierno, participaba en los Consejos, dictaba órdenes y recibía audiencias.

En esos momentos la Corte se encontraba dividida en dos facciones antagónicas, que pese a sus diferencias siempre colaboraron con las decisiones reales. Por un lado se encontraba el grupo dirigido por el cardenal Tavera, presidente del Consejo de Estado, arzobispo de Toledo e Inquisidor general. El otro grupo estaba dirigido por Francisco de los Cobos, que controlaba la administración. De este grupo formaban parte Fernández de Valdés, presidente del Consejo Real y Francisco García de Loaysa. El Duque de Alba se encontraba ajeno a ambos grupos, aunque acabaría aliándose con la facción de Cobos. Entre ellos, el más importante de los colaboradores del príncipe fue Gonzalo Pérez, su secretario personal y secretario del Consejo de Estado.
Francisco García de Loaysa
En 1543 la Casa del Príncipe, presidida por Zúñiga, estaba  compuesta por 110 personas. Los gastos corrientes ascendían a 32.000 ducados, una octava parte de los gastos de la Casa del Rey. El príncipe basaba su alimentación en el consumo de carne, en ocasiones se incluían hortalizas y frutas, pero nunca pescado. 
Leyes Nuevas
En 1542 Carlos V había firmado las Leyes Nuevas, un intento de regularizar la situación de los territorios americanos. Una figura capital en su implantación fue Bartolomé de Las Casas, que en 1544 regresó a América, como obispo de Chiapas, para impulsar la nueva legislación.  
Bartolomé de las Casas
La aplicación de las Leyes Nuevas estuvo a punto de provocar un motín entre la población española de América, que no estaba dispuesta a perder sus privilegios. La situación fue especialmente grave en el Virreinato del Perú, donde Gonzalo Pizarro encabezó una revuelta. El príncipe Felipe reunió a sus consejeros en 1545 para buscar una salida. Finalmente se envió un negociador, Pedro de la Gasca, que logró, en 1548, acabar con la sublevación y ejecutó a Pizarro. Para el príncipe Felipe esta fue su primera acción de gobierno importante. 
Pedro de La Gasca
Gonzalo Pizarro

REINADO DE FELIPE II 1556-1598

Una de las primeras decisiones de Felipe II como rey de España fue resolver la vieja cuestión del empleo de mano de obra indígena en América. En este asunto, pese a que Felipe había apoyado reiteradamente las posturas de Bartolomé de Las Casas, acabó por ponerse del lado de los españoles asentado en América, ya que estos ofrecieron a la Corona cinco millones de ducados en oro. Carlos V era contrario a esta decisión, pero Felipe II se mostró inflexible ante la apremiante necesidad de fondos. El Emperador permaneció durante un tiempo en Bruselas, dirigiendo en la sombra la política de su hijo, para posteriormente retirarse definitivamente a Yuste, donde falleció el 21 de septiembre de 1558.
Enrique II de Francia
Durante los dos años que Felipe II permaneció en los Países Bajos, desde finales de 1555 hasta 1558, su política estuvo centrada en resolver la contribución de los Países Bajos a las finanzas de su imperio y en tratar de resolver las tensas relaciones con el Papado. Tras estos problemas se encontraba Enrique II de Francia, cuyo reino se encontraba completamente rodeado por los Estados de los Habsburgo. El rey de Francia estaba aliado con Paulo IV, al tiempo que restaba su apoyo a los protestantes de los Países Bajos. Felipe II no quería la guerra con Francia, ya que era consciente de la imposibilidad de hacer frente a nuevos gastos. En febrero de 1556 Felipe II firmó por sorpresa la Tregua de Vaucelles. No obstante la guerra acabó estallando al año siguiente. En 1555 Felipe II había nombrado al Duque de Alba, virrey de Nápoles. Tras meses de provocaciones por parte del Papado, en septiembre de 1556 Felipe II dio la orden de hostigar los Estados papales. Paulo IV solicitó la ayuda francesa y en enero de 1557 el duque de Guisa invadió Italia al tiempo que el almirante Coligny atacó los Países bajos. La guerra había empezado.
Almirante Coligny
Duque de Guisa
Felipe II reagrupó sus fuerzas, obtuvo la ayuda de Inglaterra y se lanzó sobre Francia con el objetivo de obligar a Enrique II a declarar la paz. Felipe II se reunión con su ejército en Bruselas, allí, las tropas estaban al mando del joven Manuel Filiberto de Saboya
Manuel Filiberto de Saboya
El ejército de Felipe II estaba integrado por unos 35.000 infantes, entre los que se encontraban el príncipe de Orange y el conde de Egmont
Principe de Orange

                                                                                                         Conde de Egmont
Los franceses, comandados por Anne de Montmorency, Coligny y  Saint-Andrè, se lanzaron al ataque e invadieron los Países Bajos. Ambos ejércitos se encontraron en la localidad de San Quintín, con victoria para Felipe II. El ejército francés fue aplastado y algunos de los principales militares franceses murieron o fueron apresados. San Quintín fue un triunfo de los ejércitos de Felipe II, pero no de las tropas españolas como tantas veces se ha dicho. De los 48.000 efectivos que finalmente pudo reunir Felipe II, sólo el 12% eran españoles, mientas que el 53% era alemanes, el 23% neerlandeses y el 12% ingleses; ninguno de los generales era español.
Anne de Montmorency
Vista de la Toma de San Quintin.
La guerra también fue favorable para Felipe II en Italia, donde Alba obligó al Papado a firmar la paz. Pese a todo, Francia no estaba a vencida. El duque de Guisa reclutó un nuevo ejército y el 1 de enero de 1558 arrebató Calais a los ingleses. La reacción de Felipe II fue fulminante y en julio los franceses volvieron a ser aplastados, esta vez por el conde de Egmont, en Gravelinas. La paz se hizo entonces posible.
Sitio de Las Gravelinas

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