MUELLE DE ARRILUCE.GETXO.VIZCAYA. ACUARELA DE PALOMA ROJAS

lunes, 18 de febrero de 2013

CARLOS V, continuación




Apuntes recogidos de las clases de D.Luis Crovetto.

Las guerras contra Francia

Los motivos de enfrentamiento eran sobre todo de orden territorial, Francisco I reclamaba Navarra y el Rosellón mientras que Carlos V defendía su derecho a Milán y Borgoña, pero en el fondo lo que se dirimía era una cuestión de hegemonía europea.
Las dos primeras guerras ocupan el decenio 1521-1529 y salvo en su fase inicial con el intento francés sobre Navarra, que fue rechazado, toda la acción se desarrolló en Italia. La manzana de la discordia fue el ducado de Milán, viejo feudo imperial y nudo de comunicaciones ente los núcleos latino y germano del Imperio de Carlos V.
Los imperiales ocupan por sorpresa el ducado y los franceses pretenden recuperarlo. 
Francisco I de Francia
Francisco I organiza un ejército tras otro que atraviesa los Alpes y es sistemáticamente derrotado en las campiñas lombardas. Militarmente la combinación de la infantería pesada alemana -  Lansquenetes y Piqueros y la ligera española -  Arcabuceros y Ballesteros -  se impone a los ejércitos franceses, más lujosos que prácticos. 
Lasquenetes
                                                                  Ballesteros

Arabuceros y Piqueros
La caballería, base del ejército francés se muestra impotente ante las armas de fuego, pero Francia, país próspero y más homogéneo que los dispersos estados del emperador rehace una y otra vez sus maltrechas fuerzas y acaba poniendo a las fuerza imperiales al borde del agotamiento. Bajo esta situación se da la batalla de Pavía  en febrero de 1525. 
Batalla de Pavía
Más  importante que por la victoria en sí, este triunfo hace prisionero a  Francisco I. El rey de Francia es conducido a Madrid y tras laboriosas negociaciones se llega al Tratado de Madrid en enero de 1526 en el que Carlos V no acierta en los términos porque intentó seguir un camino intermedio entre los que le aconsejaban una actitud generosa para ganarse la amistad de Francisco I y los que propugnaban una máxima exigencia; esto hace que a fin de cuentas no logre casi ningún resultado. De  hecho las vagas cláusulas del Tratado de Madrid eran papel mojado ya que Francisco I, una vez libre, no pensó más  que en la revancha; se había ganado la guerra pero se había perdido la paz.
Tratado de Madrid firmado entre Carlos V y Francisco I
Muy pronto comienzan  las hostilidades: la Liga Clementina o de Cognac representa un intento por parte de los príncipes italianos y de Papa Clemente VII a la cabeza, de sacudirse la hegemonía imperial con la ayuda de Francia. Los imperiales no tuvieron dificultad para controlar los estados italianos, incluyendo los pontificios, con el episodio del "saco de Roma" en 1527, llevado a cabo por los mercenarios como compensación por la falta de pagas, pero se está a punto de perder Nápoles atacado por los franceses y a donde no se podían enviar refuerzos porque el marino Andrea Doria, aliado de los franceses, controlaba las rutas del mar. 
Andrea Doria
La defección de Doria que paso al bando imperial, hizo cambiar la situación. Nápoles fue reforzada y los españoles pasaron a la ofensiva, pero el Emperador tiene que pactar la paz porque aparecen nuevos frentes. Por una parte la Dieta de Spira en 1529 hacia necesario el envío de tropas a Alemania para luchar contra los príncipes luteranos y la avalancha turca por el Danubio, después de la derrota de Luis de Hungría en Mohacz en 1526, se precipitaba en esos momentos sobre Viena.
Luis de Hungría en Mohacz
En esta circunstancias se llega a La Paz de Cambrai o de las Damas llamada así porque fue firmada por Luisa de Saboya madre de Francisco I y Margarita de Austria, tía de Carlos V en la cuidad de Cambrai el 5 de agosto de 1529, por la que Francia y España cansadas de luchar llegan a una paz realista. Carlos V renunciaba de momento a sus aspiraciones sobre Borgoña, pero aseguraba su dominio en Italia; esto permite al Emperador dedicarse a los dos grandes problemas  del momento: los turcos y los protestantes.
Firma de la paz de Cambrai o de las Damas

                                                                                                   Lluisa  de Saboya
Margarita de Austria

El problema del luteranismo

Los asuntos alemanes reclamaban la presencia urgente del Emperador y a penas firmada La Paz de Cambrai en 1529 envía las tropas de Milán al mando del marqués del Vasto en socorro de Viena, cercada ya por el ejército de Solimán, que no deseaba enfrentarse a la infantería española y que ordena la retirada antes de que se llegue a un choque importante. Europa se libra del ataque turco que amenazaba partirla en dos, a través de la diagonal del Danubio.
Soliman
Mucho más complicado  se  presentaba el problema de  la herejía. Carlos V durante su primer viaje  a Alemania en 1520 había visto la gravedad del movimiento encabezado por Lutero en la Dieta de  Worms, pero había creído solucionarlo con unas cuantas disposiciones condenatorias. Luego  los asuntos españoles y las guerras con Francia le habían distraído casi por completo y ahora la rebeldía luterana aparecía diez años después más extendida clara y amenazadora que diez años antes.
Lutero en la Dieta de Worms
Lutero había tenido la habilidad de hacer confluir en el suyo una serie de movimientos coetáneos: la conciencia de la necesidad de una reforma de la Iglesia que remediase los abusos y corrigiese una serie de defectos de forma introducidos poco a poco por rutina y debilidad, el sentimiento anti latino, anti romano, común a todo el pensamiento alemán, por entonces vinculado sobre todos a la corriente humanista de Melanchton y Hutten, el individualismo propio del Renacimiento, la ambición. Los príncipes, llamados a poseer -  sí la herejía  triunfaba -   los ricos señoríos de la Iglesia.
Martin Lutero
                                                                                                                     Hutten

Las doctrinas luteranas prendieron en el pueblo con facilidad porque la idea de una mayor libertad moral, como la emancipación de toda autoridad eclesiástica, resultaba atractiva para mucha conciencias.
Cuando Carlos V llega a Alemania en 1530, los protestantes, llamados así desde la Dieta de Spira, eran ya millones y se extendías por la mitad del Imperio.
Carlos V no era en absoluto intolerante. Por carácter y formación se inclinaba a la concordia y al diálogo y en el aspecto religioso, aunque fervoroso católico y de una ortodoxia de la que no se puede dudar, estaba  notablemente influido por las ideas erasmistas y deseaba reducir el brote luterano mediante el coloquio y las mutuas concesiones razonables. Como otros muchos católicos comprendía la necesidad de una sana reforma en el seno de la Iglesia. Su error fue creer que las diferencias  entre católicos y protestantes eran accidentales y que una serie de reformas externas o en puntos doctrinales no afectados por el dogma serían suficientes para atraerse a Lutero y a los suyos.
Carlos V  en la Dieta de Aubsburgo
Su política concesiva en la Dieta de Augsburgo en 1530 sorprendió a los mismos protestantes y representó en palabras de Melanchton el más glorioso de sus triunfos. El Emperador cedió cuanto pudo hasta donde su conciencia católica le permitió llegar, sin que eso permitiera alcanzar la avenencia total de los luteranos. 

Nuremberg
Otras  dietas, Núremberg y Ratisbona, trataron de llega a puntos de acuerdo entre los dos grupos, pero el Emperador se fue dando cuenta de que la cuestión no podía ser resuelta por una asamblea política y competía únicamente a los teólogos. Se  imponía la idea de un Concilio. En esto coincidían los criterios de Carlos V y el nuevo papa Paulo III, decidido partidario de proceder sin demora a la auténtica reforma la Iglesia. 

Papa Pablo III
Pero  el concepto de concilio no era el mismo para ambos. El  Emperador pensaba más en un Sínodo, una  Mesa redonda en el que luteranos, salvadas ciertas garantía  respecto al dogma y la autoridad pontificia, pudieran exponer libremente sus opinión. Para  el Pontífice, la sumisión previa los herejes era requisito imprescindible para que pudieran ser admitidos a las deliberaciones. Las discrepancias explican en gran parte las dilaciones que fueron demorando la convocatoria del Concilio, pese a la buena voluntad de ambos. Cuando al fin se reunió el tan esperado Concilió en 1545 en Trento, era demasiado tarde. No  fue el Concilio de la unión sino el de la separación radical, la definición tajante de la verdad católica frente a un protestantismo poderoso que desde hacía tres años había perdido todo deseo de dialogar.
Concilio de Trento
La acción anti turca

Al asalto de Viena fue contenido en 1529 a costa de precipitar la paz en Cambrai. El intento se repitió tres años más tarde con una fuerza que hicieron temer por la suerte de la ciudad, pero los alemanes, en una etapa de relativa confraternización entre católicos y protestantes, en  el que el  mismo Lutero aconsejó la unión cristiana frente al enemigo común, hace que el sitio de Viena vuelva a ser levantado. En  años sucesivos se repiten ataques esporádicos dada vez menos peligrosos conforme se hace patente la fatiga turca, quedando a salvo el flanco danubiano de Europa.
En el Mediterráneo la actividad turca se mantiene durante más tiempo, aquí se monta el tipo de cruzada corta propuesta por los españoles. La  mayor parte de las conquistas africanas de Fernando el Católico habían caído en manos de los piratas, Barbarroja sobre todo, dependientes más o menos del poder de Constantinopla; de esas bases partían incursiones contra las costas españolas o italianas. Esto  hace necesaria la recuperación de esas plazas y para ello contaba el Emperador con las naves españolas y  la bien adiestrada flota genovesa de Andrea Doria. El periodo 1530 a 1545 representa el esfuerzo el Carlos V por dominar el Mediterráneo occidental. La principal operación tiene lugar  en 1535 con la conquista de Túnez, aunque después fracasa en el intento de conquistar Argel. El Emperador había intentado una liga anti turca en la que no consiguió más que la alianza de Venecia y en las batallas de  Gravosa y Santa María los resultados son indecisos.
Barbarroja
A partir de 1453 el desplazamiento del Emperador hacia el mundo germánico va a determinar la pérdida de todo lo logrado.

Las nuevas guerras con Francia

En 1535 regresa Carlos V a Italia triunfante, después de conquistar Túnez pero se encuentra con que los franceses han invadido  Piamonte posiblemente para presionar la colocación de un candidato  a Duque de Milán más favorable a Francia ya que el anterior duque, Francisco Sforza, acababa de fallecer. Pero el emperador lo interpreta como un intento de Conquistar Milán y desconfiando de Francia opta por la guerra pese a la opinión contraria del papa Paulo III que aspiraba a reunir el Concilio.
Francisco II Sforza
Carlos V escuchó dos consejos: el de Antonio de Leyva, viejo milita español, que sostenía la conveniencia de resistir en el Piamonte hasta agotar a los franceses, y el de Andrea Doria, que veía factible una operación de desembarco en el sur de Francia, para penetrar en el reino de su enemigo. El Emperador se decide por el plan más audaz; fue en la historia de la guerra moderna, la primera operación combinada a gran escala: se sincronizan hombres, barcos y abastecimiento desde puertos españoles e italianos. El esfuerzo económico supero todos los precedentes, Carlos hubo de empeñar todos los recursos del erario, para sufragar los créditos que le habían concedido los banqueros italianos.
Antonio de Leyva
Sin embargo la campaña del Provenza en 1536 fue un fracaso; los franceses en  retirada  practicaron la táctica de  tierra quemada y las provisiones no llegaban a tiempo, no se logró una victoria definitiva y al final la guerra languidece hasta la Tregua de Niza en 1538.
Tregua de Niza
A fines de 1541 se reanudan las hostilidades con motivo del asesinato de unos agentes de Francisco I en Milán, pero el ataque fracasa en Artois, Piamonte y Rosellón. Como  los imperiales habían fracasado antes en Provenza, ahora las tácticas defensivas prevalecen sobre las ofensivas a causa sobre todo de la creciente eficacia de las armas de fuego, que favorecen al combatiente en reposo frente al combatiente en movimiento.
En 1543, el Emperador abandona definitivamente España y la cuenca mediterránea y va a centrar su actividad en el mundo germánico y una vez allí dirigir la invasión de Francia por el norte. A  partir de ahora y durante más de un siglo la pugna hispano francesa no será Nápoles o la Lombardía sino las llanuras de Artois  o la Champaña camino de París. Por  esa zona avanza el Emperador con su aliado de última hora Enrique VIII de Inglaterra, pero el británico perdió mucho tiempo en el ataque a Caláis y llego tarde a la cita bajo los muros de París y ya no se podía preparar un asedio en regla – por ser invierno - hasta la campaña siguiente. Unos y otros estaban agotados por el esfuerzo y los terribles dispendios económicos por lo que se llega a la Paz de Crepy en 1544
La pazde Crepy
La  pugna entre Francia y el Imperio sigue sin decidirse aunque el desengañado Francisco I estaba tan poco animado a reanudarla como el propio Carlos V.

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