Lourdes A. nos informa de parte de este Tercer Viaje de San Pablo,
centrándose en su estancia en Éfeso:
San Pablo parte de Antioquía de Siria atravesando la cordillera del Tauro.
En este viaje San Pablo no llega a Atenas; sin embargo se queda tres años en Éfeso, ciudad de unos doscientos mil habitantes, capital del Asia proconsular.

En Efeso se encontró la casita donde dice la tradición que vivió la virgen María con San Juan evangelista, siguiendo la descripción que hizo Santa Catalina de Emmerich, en 1891 dos religiosos la descubrieron y en 1951 se reconstruye la iglesia sobre una antigua del siglo XIII, Pablo VI en 1967, la visitó así como Juan Pablo II y nuestro actual Papa Benedicto XVI.

En esta misma ciudad, al ser rechazado en la Sinagoga, el apóstol predicaba en la escuela de retórica propiedad de Tirano- durante al menos 2 años- también frecuentaba las ciudades de los alrededores donde había fundado iglesias; se mencionan las SIETE del Apocalipsis de San Juan.
Hizo muchos milagros de forma que algunos exorcistas ambulantes , entre ellos los hijos de un tal Esceva, pretendian invocar al espíritu de Jesús. El espíritu maligno les replicó, saliendo mal parados, hecho que asustó a la población de tal forma que cundió el pánico entre ellos. Acudieron a Pablo que les predicó. Trajeron todos los libros de magia y los quemaron delante de él. Los plateros al ver que se daban tantas conversiones se amotinaron pues ellos dejaron de vender los ídolos de Artemisa del templo.
En esta misma ciudad tuvo lugar un importante milagro, la resurrección de Eutico. Este era un joven que en el primer día de la semana (el domingo actual) reunidos en la fracción del pan, se quedó dormido y se cayó por la ventana. Bajó Pablo, lo abrazó y después de comer el pan trajeron al muchazo vivo.
Después de Efeso fue a Grecia y a la vuelta, desde Mileto envió un mensaje a Efeso convocando a todos los presbíteros de la zona. (Hechos 20,17-36): "Vosotros sabéis cómo me he comportado en vuestra compañía (…) Ahora encadenado por el Espíritu, me dirijo a Jerusalén, sin saber que me pasará allí (…)" La despedida era muy triste porque él sabía que no les va a volver a ver hasta en el cielo.
Aparece aquí también el profeta Ágabo que vino desde Judea profetizando lo que le iba a acontecer en Jerusalén. "Sé ahora que ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando el Reino, volverá a ver mi rostro. (…) Sé que después de mi marcha se meterán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño (…)",
En cuanto acabó de hablar se puso de rodillas y oró con todos ellos. Entonces rompieron todos a llorar y abrazándose al cuello de Pablo le besaban. Y le acompañaron hasta la nave
No hay comentarios:
Publicar un comentario